Pero en ese momento abrió los ojos con una sonrisa, sabía que aún faltaban muchos meses para que la predicción maya del dos mil doce se hiciera realidad, pero tenía el convencimiento y la esperanza de que este año así sería, que después de tantas, predicciones fallidas, esta sería la real.
Y entonces esa sonrisa adquirió el brillo típico de la sonrisa de alguien que sueña, de alguien que desea algo de verdad, y se sentó a esperar que llegara ese veintiuno de diciembre, faltaban meses, muchos meses, pero sabía que llegarían más rápido.
Realmente a Ella no le importó cuando tuviera que esperar, deseo con todas sus fuerzas que los mayas volviera a tener razón, si así era, se volverían a encontrar, volverían a estar todos juntos otra vez.
Abrazó a los suyos, les dijo cuanto los amaba, sentó, cerró los ojos y esperó, simplemente esperó, volverlos a encontrar en algún lugar, en algún más allá.
Nos vemos, fue lo último que pensó.